CARLOS JAIRRÁN NIEVES: Arte figurativo que apuntala su identidad con nombre y estilo propios

Por René González-Medina

CARLOS JAIRRÁN NIEVES

Arte figurativo que apuntala su 

identidad con nombre y estilo propios


“El hecho que marcó un antes y un después en la historia del hijo de Rosario y Lincoln Jesús -aprovecharé este espacio para contárselos yo, Sua, el Cacique de Guatavita que le debo a él, a Carlos, el haber vuelto a tomar una forma si no igual sí muy semejante a la que tuviera en vida- a continuación se los resumo: 

“Carlos acostumbraba pasar por la oficina de la gobernación del Estado de Aragua, Venezuela, donde laboraba su madre a saludarla y dejarle de obsequio sus ‘muñecos’ de plastilina. Alguien, en una ocasión, los tomó y se los llevó a mostrar a Didalco Bolívar, gobernador, quien –admirado- mandó citar al hijo de la funcionaria. Tras conversar con él y asombrado porque a tan joven edad (14 añitos) tuviera tan grande talento y notando que ya se acercaba la fecha de reinauguración de la Plaza Bolívar de Maracay donde se erigía una escultura de La Milagrosa de Cuba, decidió encargarle la tarea de realizar para él, para tenerla en su despacho, una réplica del monumento pero a pequeña escala”.

(“Supe esto y todo lo demás porque en mi presencia de bronce y resina vi y escuché cómo el marido de mi  paisana Leidy Dayana le contaba su vida a René, el corresponsal periodístico del magazín cultural argentino para el cual preparó esta nota).

De Venezuela con amor

“Él, Carlos Jairrán Nieves, un muchacho apenas aunque tenga ya edad de ‘señor’, abriría sus ojos al mundo en Cagua, ciudad del estado de Aragua, el 6 de octubre de 1992 para felicidad del duende artístico que desde su alumbramiento decidió apadrinarlo sin esperar se lo pidieran.
“Flaco, alto, llegó hace dos años -y unos cuantos meses más- a Bogotá proveniente de su Venezuela, país que se ha visto impotente para detener el río diario de inmigrantes que al regar por las carreteras suramericanas su continuo e interminable éxodo, en fila india lo desangra. Y que como la auténtica calamidad que es la historia, al no poder ocultarlo, lo tendrá que registrar. Su título profesional de Licenciado en Artes Plásticas Mención Escultura lo traería Carlos de allá, de la Universidad Nacional Experimental de Las Artes en Caracas.
“Al preguntarle el reportero cómo llega a la escultura volteo a mirarlo, a Jairrán Nieves, porque también yo quiero conocer -por él mismo- esa parte fundamental de la historia de quien por espacio de cinco largos meses me concibió y me esculpió para participar conmigo en la ExpoArte El Dorado Guatavita, muestra colectiva organizada por la galería Espacio Compartido y exhibida en el restaurante La Posada del Tominé de octubre a noviembre de 2021. Y Carlos le cuenta que en el Instituto Escuela Maracay donde él estudiaba a los alumnos de último año de secundaria les hacen pruebas vocacionales para, con base en los resultados de estas, ayudarles a escoger los estudios superiores que más se les ajusten indicándoles –de paso- las universidades donde los enseñan. Y averiguando él encuentra, en Caracas y entre otros, el Instituto Universitario de Estudios Superiores en Artes ‘Armando Reverón’, nombre que al cambiársele después pasaría a ser UNEARTE, sigla de la Universidad Nacional Experimental de Las Artes. Jairrán Nieves tenía, para entonces, 17 años. Y unas ganas bárbaras de sorberse el mundo.
“El 22 de enero del año anterior lo vieron todos pisar Guatavita junto con sus corotos, dibujos, bocetos de algunas de las esculturas y bustos que a menor escala trabaja y proyecta. ¡Ah! Y con Leidy Dayana Prieto Cortés, la guatava que al metérsele entre pecho y espalda le quema como el más dulzón aguardiente de la comarca.
“Aquí, bajo el cielo que en mis tiempos tejió la más trágica historia de amor y dolor que pudieron haber registrado los cronistas traídos a mi altiplano por el insaciable afán de conquista español, Jairrán Nieves sintió que su vida personal y artística encontraban sitio.

(“Confieso que en este cuerpo, en esta figura atlética y musculada que me ha diseñado Carlos, me siento bien retratado. Muy satisfecho porque captó, de mí, lo que considero fue lo que trascendió más allá del altiplano cundinamarqués y del tiempo: mi alma y nervio, la furia de mi espíritu combativo y rebelde que me llevó, en mi calidad de Zybyntiba de Guatavita, a confrontar en varias ocasiones a Saguamanchica, el soberbio Zipa de Bacatá. ¿Mis medidas? Un metro noventa de alto (contando la base), cincuenta centímetros de ancho y ochenta de fondo. Así, de este tamaño y en principio, me concibió y creó el escultor venezolano que por culpa del amor se halla radicado aquí, en Guatavita”).

Tenía por dónde salir artista

“En Rosario Nieves, la autora de sus días, por su condición profesional de Delineante Arquitectónica ha visto Carlos su más cercano referente. Al igual que en su abuelo materno quien destacó por ser un eximio intérprete de la guitarra y el cuatro, además de juicioso compositor.

“Cuando niño los regalos que a Carlos le compraban sus padres no eran distintos a lápices y papel (la veía a ella todo el día trabajando sus planos en la alta mesa de dibujo). Hasta que una vez, al comprarle plastilina, ahí el mundo -su pequeño universo de juegos- hizo ¡Boom! Estalló. Y el hijo del ingeniero mecánico Lincoln Jesús y de la delineante Rosario no quiso saber de nada más que no tuviera que ver con ese producto elástico y consistente que al permitirle moldear todas las figuras que en tropel llegaban a su mente inquieta de inmediato lo ponían a volar.
“Al valerse de Rosario, su madre, cuando hacía que esta -con la sola intención de embolatarlo y quitárselo de encima para que la dejara trabajar en paz- le regalara lápices, cartulinas y plastilinas, la vida le señaló el camino. Sin tener Carlos nociones de teoría o técnica del color –era un niño- mostraba gran acierto en el manejo que de forma intuitiva le daba al maravilloso instrumento.
“Se quedó ahí, en la plastilina, sin tener ninguna idea de que su sino –años más tarde- lo habría de poner en la senda del colombiano Edgar Humberto Álvarez quien -sin duda- es el más artista más representativo en esta rama de las artes plásticas y quien por esas cosas que al no tener lógica nadie puede explicar se convertiría en su maestro, en su mentor. La afición de Carlos detonó en 1999 cuando Álvarez fue a Maracay a dictar un taller de plastilina para niños. Él, apenas sí un chiquillo crespo, tenía 6 añitos. “La magia de la plastilina”, colección de 5 libros que a Édgar Humberto le compró Rosario para su hijo mayor, cumplió al pie de la letra su tarea: apropiarse del alma creadora del pequeño.
“Haciendo muñequitos de plastilina empezó a darle agilidad a sus manos de dedos largos, finos (manos de artista), a sus inquietudes que armando figuras avanzaban incansables en pos del oficio que habría de convertirse –en plena adolescencia- en su mayor razón de vida: la escultura. El pensador de Auguste Rodin, desde que supo lo que iba a hacer en adelante con su vida, se encargaría de mantenerlo soñando despierto.
“Rosario Nieves no cabía de la dicha”.

El anhelado renacer


“Por el proceso de darme de nuevo un rostro y un cuerpo luego de que pasaran más de 500 años habitando en la poca memoria que de mí y de la antaño poderosa confederación muisca hoy se tiene (En esta parte principal pero mínima de lo que fueran mis grandes dominios pues de estos también hicieron parte Sesquilé, Guasca, Sopó, Usaquén Tuna, Suba, Teusacá, Gachetá, Chocontá y Suesca), lo menos que debo sentirme es agradecido. Con él, con Jairrán Nieves. Con el escultor larguirucho y ‘mechudo’ (‘mechudo’ como lo fuera yo) que desde que puso pie en mi terruño sueña con verme erigido en una de las plazas principales de la nueva cabecera municipal que con tanto criterio y buen gusto diseñara Llorente; Ponce de León (firma constructora a la que en 1964 se le encomendó la mayúscula responsabilidad de construir La Nueva Guatavita y que totalmente terminada y a total satisfacción entregaría el 15 de septiembre de 1967.

“Debo reconocer que aunque prefiero mi cercado original con chozas circulares y pajizas al centro esta réplica del pueblito español, en su concepto colonial, al arquitecto responsable de erigirla -Jaime Ponce de León- le quedó bastante simpática, atractiva.

“Y agradecido también con René González-Medina, el poeta y reportero periodístico payanés y vallecaucano que al recrear mi leyenda en su relato ‘Érase una vez en Guatavita…’Historia de amor del Zybyntiba y su Güi Chyty que la leyenda al volver tragedia dio origen al mito de El Dorado’ pretende, con este y con otros trabajos similares desde su arribo a mi pueblo hace ya más de 17 meses, fomentar el sentido de pertenencia de mis paisanos por todo aquello que representa su identidad cultural”


“¡Cómo es la vida! -me digo-. Tenían que llegar un par de foráneos (Neo Guatavas les llaman a los que no siendo nativos de aquí se radicaron temporal o definitivamente en el territorio) para desempolvar mi historia y darme el sitio que en verdad y no por vanas conveniencias me corresponde”.
“Sé –me causa gracia- recordar que cuando Carlos se hizo joven le daba pena confesar a sus amigos y compañeros de estudios que todavía jugaba a armar figuras, ‘muñequitos’, con el material plástico que
 conoció por Álvarez en su curso-taller del material maleable que sirve para moldear y que no obstante hallarse compuesto de sales de calcio, vaselina y demás alifáticos -principalmente ácido esteárico- sus elementos químicos no impiden su manipulación por parte de niños: la plastilina. Y que además, por hallarse en una extensa gama de colores, Jairrán Nieves nunca pudo soltársela de los dedos”.

Empezar por el principio

“Al graduarse Carlos pretendió vivir del arte, de lo que había estudiado. Para conseguirlo empezó por hacerse asistente de los escultores en bronce Henry Rivas y Dora Gabay. Con cada uno de ellos estuvo tres meses aprendiendo todo sobre la fundición artística y sobre el cómo desenvolverse en la vida real con el mundo real del arte, empresa que pudo comprobar no era fácil de compaginar. Admiró y sigue admirando, en su patria, a sus connacionales Alejandro Colina, Cornelis Zitmasn, Marisol Escobar. En Colombia los nombres y las obras de Rodrigo Arenas Betancourt y de Luis Caballero llaman poderosamente su atención. En el mundo Augusto Rodin, Bernini y Miguel Ángel, se constituyen en sus referentes mayores.
“Ha expuesto en el museo ‘Jacobo Borges’, en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas –MAC, en el Museo de Arte Afroamericano donde montó su primera exposición individual y donde vendió la serie de esculturas que tituló #39;Cuerpos Cinestésicos”, obras a las que les guarda cariño grande por haber sido su trabajo especial de grado. ‘Charlotte’, escultura imponente que retrata una bailarina desnuda (2.40 mts. de alto por 1.50 mts. de ancho y 1.20 mts. de fondo), al hacer parte de su colección personal se encuentra en Maracay, en casa de sus padres.
“El proceso que llevó a Carlos a darme esta forma jamás lo olvidaré. Aquí, desde este cuarto donde me guarda y me cuida junto con otra cantidad de obras suyas (algunas concluidas, otras en pleno etapa de elaboración) le escuché contarle al corresponsal del Magazín Expertos en Arte FD que en mi fabricación utilizó resina de poliéster, bronce en polvo y pigmento de oro para darme el tono dorado que tanto él como su compañera Leidy Dayana determinaron debía ser el color para mi piel. Que lo referente a mi estructura interna (movimiento y dirección de las diferentes piezas que me conforman) la trabajó con base en hierro y que todo el proyecto de soñarme y producirme lo aterrizó –como punto de partida- en unos bocetos iniciales.

“Que vendría después el modelarme en papel reciclado y en plastilina para darme el volumen interno, apoyándose -para la referencias anatómicas- en un modelo vivo que para mi caso fue su hermano Lincoln Eduardo; continuaría el proceso de mi construcción haciendo el respectivo molde en silicona de caucho y fibra de vidrio, molde que al copiar todas mis formas en “negativo” destruiría, como bien lo había previsto, la plastilina. Limpiar el molde para vaciar y fundir en él la resina, material viscoso de un color ámbar polimérico que al mezclarse con el catalizador se activa y cristaliza convirtiendo la resina en material duro y resistente, fue lo que siguió después (la fibra de vidrio ayuda a endurecer). Luego, meticuloso como suele ser él, ensamblaría las piezas que trabajara una a una por separado y que al integrarlas me darían la forma y movimiento por él concebidos (brazos, torso, piernas, cabeza). Al ‘armarme’ con natural expectación de su parte (¡imagínense cuál no sería la mía!) retiraría la “cáscara” de fibra de vidrio que me recubría, extraería el molde de silicona y… ¡Yuuju! ¡Ahí estaba yo! Trascendiendo, ascendiendo, limpio y bello, para la posteridad.


“Carlos me sacó por partes. Todas con algunas imperfecciones: huecos, ‘rebarbas’ (bordes ásperos). Jairrán les diría a todos que el proceso del parto ocurrido conmigo y con cualquiera otra escultura del mismo tipo es igual al de un recién nacido: que aunque nace feo porque sale untado de sangre, con asperezas y atado a la placenta, para los papás es el bebé más lindo del mundo. Una vez estuve afuera Carlos, con delicadeza extrema, me aplicó -brocha, esponjas o trapos en mano- la pátina que habría de ayudar a mi enlucimiento.
Con algo de betún café miel y/o cera para pulir terminó el sueño de traerme al mundo sensible del Arte, de rescatarme de la dimensión cruel y oscura del olvido.


“La base sobre la cual me elevó (tengo una inclinación aproximada de 55° porque voy ya casi en el aire, a punto de caer en las aguas verdes de la laguna) es su concepto sintetizado de la balsa muisca hecha por él mismo con varillas lisas de hierro forjadas y pegadas con soldadura de arco”.

“Jairrán Nieves sueña con verme proyectado a mediana escala (tres o cuatro metros de altura) e instalado en uno de los lugares públicos de mayor afluencia dentro del casco urbano de la localidad para que guatavas y visitantes interactúen conmigo”.

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