PH: Enrico Fantoni |
Como fan irremediable de la Kremerata Báltica y de su padre-creador Gidon Kremer desde la primera vez que los escuché hace 19 años atrás, tener la oportunidad de sentarnos en las butacas del Teatro Coliseo para disfrutar nuevamente de esta magnifica propuesta que parecía ser inmejorable, era un hecho no menor en la agenda musical del mes. A esto, le sumamos al violoncellista italiano, director e investigador Mario Brunello.
A ver, si nos detenemos en principio en lo que se esperaba del programa, ya de por sí estaba destinado a ser un concierto increíble. Con dos obras maravillosas del compositor y violoncellista italiano Giovanni Sollima (1962) que pocas veces tenemos el placer de escuchar en estos ciclos, un infaltable de Beethoven, el Concierto para Violoncello de Haydn y «un pequeño gran cambio» que le dio un giro al programa, el Concierto para Violoncello de Jean-Louis Duport era sustituido por una versión para Violoncello y orquesta de cuerdas de Giya Kancheli como un homenaje al compositor recientemente fallecido y amigo de la orquesta.
La Kremerata Báltica es una masa, ya la habíamos reseñado cuando tuvimos el placer de escucharla junto a Kremer. La orquesta dialoga mientras suenan, se miran, sonríen y son completamente libres de sentir, demostrar y expresar lo que sienten. Eso la hace una formación muy completa en muchos sentidos, la musicalidad, el color, la expresividad, los mundos que crean, los que nos hacen vivir, experimentar y atravesar a lo largo de la noche. Es una orquesta joven, compenetrada y atrevida, a la altura del programa que ofrecían, que desde lo contemporáneo solo esos 1.000 kg de pasión (si se pudiera pesar la pasión, iría más o menos por ahí) pueden darle vida a las obras seleccionadas.
Mario Brunello es un místico cellista italiano con un importante recorrido y enriquecedora investigación sobre la música académica y la música del mundo, ganador del Concurso Internacional de Tchaikovsky en el 86, Brunello que entiende a la orquesta perfectamente, dirigió a una velocidad que no solo nos permitió reinventar las obras sino demostrar el virtuosismo de cada uno.
PH: Enrico Fantoni |
Ahora bien, haré especial énfasis en el Haydn de Brunello, la interpretación de este cellista es extremadamente natural en esta obra, el sonido era delicado y calmo aún en el último movimiento. Es la técnica de un cellista que puede interpretar cualquier cosa anteponiendo la energía al cuerpo, una espiritualidad que dialoga abiertamente con su instrumento. Quien conoce la trayectoria de este músico, sabe que su estrecha relación con la naturaleza lo ha llevado a desarrollar un sonido único que trasciende la espacialidad de dónde sea que se encuentre, esas búsquedas que hacen únicos a estos músicos que exploran, crecen y se reinventan sin final.
Sollima, Brunello y la Kremerata se convirtieron esa noche en una fuerza invencible de sonoridad y experimentación. Las Notas Escondidas es una palmada a la dinámica y la creatividad que se puede generar en la mente del público a raíz de sentarse, adentrarse y dejarse llevar por la orquesta y esta composición, pero el Violloncelles, Vibrez interpretado tan magistralmente por la orquesta y Brunello junto al brillante Ivan Karizna (Bronce del Concurso Internacional de Tchaikovsky 2011) era digno de este hermoso teatro que años atrás, recibió en su escenario a los finlandeses de Apolcalyptica, saben a lo que me refiero.
Para despedirse, el maestro eligió a Nino Rota y una canción tradicional armenia del siglo X que nos deslumbró en este recorrido musical maravilloso, muy acertado, inolvidable y arriesgado en la programación de Nuova Harmonia e ITALIAXXI este 2019.
PH: Enrico Fantoni |
Crónica de la tos compulsiva en las salas de concierto porteñas
Los invito a analizar esta situación que parece ser una constante. Nadie tose antes de entrar a la sala ni durante el intermedio mientras se toman todo el vino en el foyer, no. Este maravilloso público espera que la orquesta toque la primera nota para interrumpir desde el principio al fin del concierto.
Brunello y la orquesta lucharon contra la tos compulsiva de los asistentes, como todas las orquestas, directores y solistas que pisan escenarios porteños, donde definitivamente ninguna orquesta o solista debería atreverse JAMÁS a grabar en vivo uno de sus magistrales conciertos.
Continúo haciendo énfasis en este tema porque el público es 50% la experiencia de la orquesta, gracias a la audiencia actual siguen siendo posibles estos momentos inolvidables pero la experiencia sigue estando empañada por las interrupciones completamente evitables de ronquidos y tos compulsiva de una audiencia que al parecer solo debe cumplir con una aparición pública que le de status a su vida cultural en la ciudad y evidentemente, la música es más que eso. Cuando te sentás en una sala con una orquesta y un solista maravilloso, la falta de respeto del público con las constantes interrupciones hacen que reseñas como estas, tengan que dedicar un párrafo exclusivamente a la infelicidad y malestar que producen estas personas en todos los conciertos que se llevan a cabo. Desesperante y decepcionante, todas las veces.
Aprendamos a desprendernos de nosotros mismos una hora y media al mes, y permitámonos sentir y disfrutar de esta música en silencio, cuando hay que hacer silencio.
PH: Enrico Fantoni